Apres-coup_Nº6_articulo_8

El inconsciente enclavado: ¿un nuevo ello?*

Fabio Belo

Hipótesis a desarrollar

El argumento que pretendo desarrollar en este texto es simple. Encontramos, en la obra de Laplanche, una crítica contundente al inconsciente lingüístico, mítico o simbólico. «En cuanto el simbolismo habla, las asociaciones callan» (Laplanche, 1999/1995, p. 249): con esta frase ingeniosa, Laplanche está criticando el inconsciente que también está presente en la obra de Freud, es decir, aquel que es más cercano a una subconsciencia que propiamente al inconsciente como sistema regido por el proceso primario. El inconsciente algo banalizado por las fantasías originarias, por los esquemas narrativos codificados: soñar con el hombre del hacha siempre nos llevará a la castración, así como sumergirse en un lago representará el retorno al vientre materno. Ante este inconsciente, la obra de Freud fue tensionada – esa, me parece, es la tesis de Laplanche en la problemática sobre el inconsciente y el ello. ¿Qué tensión? Por un lado, el inconsciente de la Psicopatología de la vida cotidiana, del Edipo, de los esquemas traductivos listos. Por otro, el inconsciente como el ombligo de los sueños, regido por el proceso primario, pura energía. Para resolver este impasse, Freud tomará prestada de Groddeck la noción de Ello. De esta manera, resuelve una parte del problema que él mismo creó: el Ello ocupa nuevamente el lugar de lo pulsional, de lo mortífero, de lo que es adverso y contrario a la simbolización. Las partes inconscientes del Yo, es decir, el preconsciente, están ahora debidamente situadas en el campo del proceso secundario, pero bajo una fuerte influencia del proceso primario. Es asombroso, algunos años más tarde, ver en la obra de Laplanche la aparición del inconsciente enclavado. ¿No estaría cometiendo el mismo error que intentó corregir en la obra de Freud? El Ello es un inconsciente más inconsciente que el inconsciente reprimido – sabemos de toda la problemática del cuerpo y lo innato vinculada a este problema. ¿El inconsciente enclavado sería, entonces, un inconsciente más inconsciente también? ¿El inconsciente enclavado no equivaldría precisamente a los aspectos más escindidos, más adversos a la simbolización? ¿Por qué no hacer trabajar lo que el propio Laplanche presentó en «Implantation, intromission», la idea de un matiz, de un continuum entre mensajes y restos pulsionales más o menos adversos a la traducción? ¿Por qué este giro estructuralista en un autor tan crítico del estructuralismo? ¿No podría resolverse la cuestión de manera más laplanchiana pensando en los orígenes de la escisión y la represión? ¿Qué tipos de mensajes dan origen a una u otra defensa?

Ferenczi, precursor del inconsciente escindido

La discusión sobre el inconsciente enclavado o amencial debe ser precedida por una aclaración sobre las diferencias entre la escisión y la represión. En primer lugar, recordemos que, en la obra de Freud, el término Spaltung, la división, la escisión, se asocia generalmente con los términos conciencia y Yo. El uso más famoso está en el artículo sobre el fetichismo, síntoma producido por una negación (Verleugnung) que conduce a la Ichspaltung.

«(…) al describir una escisión del yo (intra-sistémica) y no una escisión   entre instancias (entre el yo y el ello), Freud quiere poner en evidencia un proceso nuevo en relación con el modelo de la represión y el retorno de lo reprimido. De hecho, una de las particularidades de este proceso es que no conduce a la formación de un compromiso entre las dos actitudes presentes, sino que las mantiene simultáneamente sin que se establezca una relación dialéctica entre ellas». (Laplanche y Pontalis, 1992, p. 67).

La división del «sujeto», es decir, entre la conciencia y el inconsciente, entre el proceso secundario y el primario, será establecida por la represión primaria. Es este proceso, y solo este, el que crea el inconsciente propiamente dicho, como sistema separado, regido por el proceso primario. El ello es el principal resultado de la represión primaria. En él se localizan los restos de mensajes no traducidos, objetos-fuente de excitación, excitaciones mortíferas (pues atacan al Yo) más difíciles de metabolizar. 

La escisión es un proceso que afecta al Yo. Está determinada por mensajes de doble vínculo dirigidos al niño. Por un lado, mensajes que proporcionan material traductivo: códigos de género, pautas morales, normas de comportamiento, contención cuidadosa (holding) y manejo afectuoso (handling). Por otro lado, mensajes que prohíben determinadas traducciones, comprensiones o el reconocimiento del sentido presente en acciones compartidas. El abuso sexual infantil, perpetrado por un adulto que cuida y en quien el niño confía, sigue siendo el paradigma de esta situación. En Ferenczi (1992/1934), encontramos la descripción emblemática de lo que podemos llamar mensajes de proscripción:

«El comportamiento de los adultos hacia el niño que sufrió el trauma forma parte del modo de acción psíquica del trauma. En general, muestran, y en gran medida, una aparente incomprensión. El niño es castigado, lo que, entre otras cosas, actúa también sobre él por la enorme injusticia que representa. La expresión húngara que se utiliza para los niños, “katonadolog” (la suerte del soldado), exige del niño un grado de heroísmo del que aún no es capaz. O los adultos reaccionan con un silencio mortal que deja al niño tan ignorante como se le pide que sea». (Ferenczi, 1992/1934, p. 111).

Laplanche (1992, p. 133), cuando cita a Ferenczi, en especial el artículo «Confusión de lenguas» (Ferenczi, 1992/1933), lo critica, en mi opinión, precipitadamente, sin darle el merecido lugar de un casi precursor de la teoría de la seducción generalizada. Es en Ferenczi, bajo las objeciones de Freud, donde vemos la recuperación de la presencia real de los padres y los efectos traumáticos de lo que hacen y dejan de hacer sobre los niños. Tanto en la cita anterior como en la siguiente, Ferenczi destaca el papel de la Verleugnung – la negación, la desmentida – en el sentido interpersonal y no solo intrapsíquico:

«Lo peor es realmente la negación, la afirmación de que no ocurrió nada, de que no hubo sufrimiento o incluso ser golpeado y reprendido cuando se manifiesta la parálisis traumática del pensamiento o de los movimientos; eso es, sobre todo, lo que hace que el trauma sea patogénico. Incluso se tiene la impresión de que estos graves choques se superan, sin amnesia ni secuelas neuróticas, si la madre está presente, con toda su comprensión, su ternura y, lo que es más raro, una total sinceridad.» (Ferenczi, 1992/1931, p. 79-80).

El adulto puede, entonces, desmentir y exigir la desmentida por parte del niño en relación con el trauma. La excitación asociada a los mensajes de proscripción dará origen al inconsciente más adverso a la traducción. Noten que Ferenczi también sitúa en el cuidador la posibilidad de un apoyo a la traducción, algo que también será explicitado por Silvia Bleichmar.

Implantación, intromisión: modelo continuista

Me gustaría invitar al lector a tomar el pequeño texto «Implantation, intromission» (Laplanche, 1992/1990) como paradigmático para la comprensión del inconsciente y la psicopatología. El argumento del texto es elegante, simple y potente. Laplanche piensa en un continuo de mensajes y excitaciones provenientes del otro, dirigidos a los niños. En un primer extremo, la intromisión, un campo caracterizado por los mensajes violentos, sadismo, abuso, ausencia de apoyo traductivo, negligencia. En el otro extremo, la implantación, un campo de la seducción benigna, del cuidado, de la acogida ética, de los mensajes que constituyen el Yo del bebé, que proporcionan material narcisista para la traducción de los elementos mortíferos – siempre inevitables en la seducción generalizada – que pueden estar presentes en la situación originaria.

De este texto es fácil deducir la consecuencia propuesta por el propio autor con respecto a los orígenes de la psicopatología humana. Si la situación antropológica fundamental (SAF) del niño está situada más frecuentemente en el campo de la intromisión, tendremos enfermedades psíquicas más graves, como las psicosis. Si la SAF, por el contrario, está más cerca del campo de la implantación, los síntomas serán más leves o, al menos, el sujeto tendrá una mayor y más dinámica capacidad traductiva o de simbolización.

Laplanche, de hecho, termina el texto sugiriendo que el superyó proviene de la intromisión y en otros momentos habla de enclaves psicóticos presentes, incluso en neuróticos. Es decir, no podemos pensar en una psicopatología estructuralista en Laplanche, sino en una psicopatología que reconozca la presencia simultánea de múltiples procesos de defensa en un mismo sujeto. Es posible que una defensa específica tenga primacía en la organización del sujeto, pero eso no significa que actúe sola o de forma aislada. Sin embargo, lo más probable es que varias defensas estén presentes en mayor o menor grado.

Obviamente, este continuum psicopatológico no contradice la tesis fundamental de que la represión originaria es la base de la subjetivación humana. Si hay sujeto propiamente dicho, hubo represión originaria. La gran cuestión es qué sucede posteriormente al Yo resultante de la represión originaria, qué otras defensas serán más exigidas. Si están más cerca de la represión secundaria, estaremos en el campo de las neurosis. Si están más cerca de la escisión (Verleugnung) y del rechazo (Verwerfung), estaremos más cerca del funcionamiento no neurótico, es decir, psicótico y perverso. Siempre recordando que este continuum admite casos limítrofes (borderlines) y casos mixtos, como vemos frecuentemente en la clínica: psicosis bien organizadas, neurosis muy graves.

Mi invitación al lector es que tomemos este texto para reflexionar sobre una de las exigencias de la obra de Laplanche. Y esta será válida para pensar el inconsciente también. Vamos a hacer trabajar esta idea. Pensemos en el inconsciente también como un continuum no estructurado: en un extremo, el Ello, partes más adversas a la traducción, en el otro extremo, partes más abiertas a la traducción, a la simbolización. En el Ello tendremos los restos de los mensajes provenientes del campo de la intromisión. En las partes inconscientes del Yo y del Superyó, tenemos los restos no traducidos de ambos campos: intromisión e implantación. A mi parecer, los elementos que Laplanche (2015/2003) sitúa en el inconsciente enclavado son consecuencia de las escisiones del Yo y del Superyó y serán atraídos por los aspectos menos metabolizados presentes en el Ello. En este sentido, no cabría proponer un nuevo inconsciente, una tercera tópica, por así decirlo. Al hacer esto, me parece que Laplanche está regresando a un desvío de Freud que él mismo intentó corregir en sus problemáticas dedicadas al estudio del inconsciente y del Ello.

Problemáticas IV

Laplanche insistirá en toda su obra sobre el carácter no «comunicacional» del inconsciente. Podemos resumir su hipótesis fundamental con esta cita: «En el inconsciente no hay código, (…) pues es realmente la representación-cosa, la Sachvorstellung, la que domina.» (Laplanche, 1992/1981, p. 96). En la problemática dedicada al Ello, vemos:

«Así como el inconsciente no es estructura, también corresponde cuestionar esa bella fórmula según la cual «el ello habla». Igualmente se puede decir «el ello no habla» o, en todo caso, «el ello no habla a nadie»; el ello no habla de nada más que de sí mismo. No significa nada, en el sentido activo del verbo significar, no posee ninguna intención significante, y todo el inmenso esfuerzo del tratamiento se concentra, precisamente, en hacer hablar a ese ello que no habla, en hacer que hable a alguien y en hacer que hable de algo, es decir, de un pasado olvidado». (Laplanche, 1992/1981, p. 113).

Ça parle: nada más distante de lo que Laplanche quiere situar en el Ello. Fue precisamente por haber hablado demasiado que el inconsciente tuvo que ser reemplazado por el Ello en la obra de Freud. El inconsciente como concepto, claro, se mantendrá presente, pero el Ello trae de vuelta su carácter no comunicacional, su carácter energético, pulsional. 

«(…) la reformulación proporcionada por el ello proviene de dificultades internas del pensamiento, considerado en su desarrollo, o ¿es relativamente fortuita?» (Laplanche, 1992/1981, p. 126). La pregunta es claramente retórica. La dificultad del pensamiento freudiano fue demostrada muchas veces por Laplanche: el inconsciente habla demasiado, sigue siendo una fuente simbólica para la hermenéutica. Ahora bien, el psicoanálisis es una antihermenéutica porque su objetivo es siempre recordar que lo que nos mueve es lo sexual, es la pulsión sexual de muerte, una fuerza no discursiva, más cercana a la «energía» que al «significante». El analista es el guardián del enigma, no un hermeneuta.

Entiendo la tesis de Laplanche de la siguiente manera: Freud necesitaba recuperar esa característica del inconsciente que ya aparecía en su obra algunas veces. Comparen el inconsciente del «ombligo de los sueños» con el que aparece en los chistes o en la psicopatología de la vida cotidiana. Di un número y te mostraré que quieres matar a tu padre. Olvida una cita y tus asociaciones te llevarán a tu envidia inconsciente del pene. Este inconsciente lleno de fantasías, sentidos ocultos, simbolismos y códigos predefinidos aleja la teoría psicoanalítica del inconsciente energético, un proceso completamente opuesto al lenguaje, restos imposibles de simbolizar.

El Ello aparece para reorganizar el juego de fuerzas en la teoría. El inconsciente «hablante» pasa a su lugar adecuado: el preconsciente, es decir, la parte inconsciente del Yo. Es a él al que nos referimos cuando analizamos un acto fallido. El aliquis olvidado puede estar vinculado al temor de ser padre, pero toda aquella interpretación de Freud no llegó a la pulsión sexual de muerte, al inconsciente mismo.

Laplanche (1992/1981) va a mostrar, entonces, que el inconsciente de la primera tópica estaba «poblado», «era todo menos un magma indescriptible y desconocido» (p. 157). Y continúa:

«Ahora bien, la introducción del Ello vuelve al inconsciente más extraño, más cercano a una fuerza vital, más distante de los objetos familiares y, al menos en su estrato más profundo, «más» desconocido. ¿Podría decirse que la introducción del Ello resultaría, al menos desde cierta perspectiva, en el despoblamiento del inconsciente de sus representaciones, incluso en su desantropomorfización (…)?» (Laplanche, 1992/1981, pp. 157-158).

Pregunta retórica, una vez más, que Laplanche responderá asociando fuertemente el Ello con la pulsión sexual de muerte, insistiendo en el carácter energético, violento y alteritario del inconsciente. El recorrido de formación del Ello va del otro externo (der Andere) al otro interno (das Andere), pero un otro desubjetivado, restos des-significados. No tiene sentido alguno, a partir de esta lectura de Laplanche, hablar de sujeto del inconsciente. Sería más adecuado hablar de un sujeto atravesado por el inconsciente, colonizado por el inconsciente, vivido por otra cosa en él, una espina en la carne que lo hace moverse.

Lo no simbolizado

Una vez más, convoco a Ferenczi (1992/1930) como precursor de esta teoría que asocia fuertemente el traumatismo producido por la presencia de adultos reales (y no provenientes de la fantasía deseante del niño) y los restos no traducidos. En el texto «Principio de relajación y neocatarsis», Ferenczi nos habla de un momento en el análisis en el cual «una atmósfera de confianza un poco más sólida entre médico y paciente, así como el sentimiento de una total libertad» (p. 62), hacen aparecer «síntomas histéricos corporales». El analista húngaro es preciso:

«No era difícil, luego, utilizar esos síntomas para fortalecer aún más las reconstrucciones realizadas hasta entonces, a modo de símbolos mnémicos corporales, con la diferencia, sin embargo, de que el pasado, esta vez reconstruido, se adhería mucho más que antes al sentimiento de realidad y de objetividad (Dinghaftigkeit), y, por lo tanto, estaba mucho más cerca, en su naturaleza, de un verdadero recuerdo, mientras que hasta entonces el paciente se limitaba a hablar de posibilidades, como mucho de plausibilidad, y suspiraba en vano por recuerdos.» (Ferenczi, 1992/1930, p. 62).

¿Cómo no asociar este pasaje con lo que Laplanche, más tarde, llamará realismo del inconsciente (Laplanche, 2015/2003, p. 196)? Sabemos que el autor francés será crítico de la idea del trance (Laplanche, 1992/1984, pp. 271-2), precisamente en un texto en el que insistirá — como también se deduce de los textos de Ferenczi — en que el rastro de la percepción es registrado «antes de ser traducido por primera vez» (Laplanche, 1992/1984, p. 269):

«Lo intraducible, lo reprimido que se depositará en cada estado ulterior, no es más que el eco, el residuo, de ese intraducible interno al propio mensaje. Es la trascendencia de la situación originaria — esa relación del niño con un adulto que significa algo que él no sabe — la que será traducida, transportada, transferida con más o menos restos, pero nunca reducida». (Laplanche, 1992/1981, p. 269).

Ese intraducible, cuando se articula con los mensajes de proscripción, regresará en el análisis y en la vida del sujeto como experiencias corporales «sin sentido», como dolores, sofocaciones, desmayos, pánicos, fenómenos psicosomáticos variados. Ferenczi (1992/1931) recuerda lo obvio: «no olvidemos que las reacciones del niño pequeño ante el displacer son siempre, en primer lugar, de naturaleza corporal» (p. 81). Pensemos, por lo tanto, en esas vivencias corporales como traducciones provenientes de las inscripciones traumáticas en la superficie psicofisiológica del bebé, de impresiones comprometidas con la negación del adulto violento.

Ferenczi (1992/1934) habla de pacientes que reviven en análisis «(…) reminiscencias ahogadas de sensaciones dolorosas, (…) con esbozos de sensaciones en diferentes órganos del cuerpo» (p. 112). Estados que provienen de una pasividad radical tal que «ningún rastro mnémico subsistirá de esas impresiones, ni siquiera en el inconsciente, de modo que los orígenes de la conmoción son inaccesibles para la memoria» (p. 113). He aquí enunciado el problema central de lo traumático de los orígenes, que llevará a Dejours al inconsciente amencial y a Laplanche al inconsciente enclavado. ¿Cómo puede haber registro de una experiencia emocional sin rastro mnémico, sin inscripciones?

Creo que sí, hay rastros mnémicos de esas experiencias, y que están fuertemente ligados a los mandatos prohibitivos de traducción: la negación del abusador, la suspensión del reconocimiento, la destrucción del sentido compartido. Ferenczi (1992/1934) habla de «impresiones sensoriales traumáticas» o «impresiones sensoriales no resueltas» que intentarán ser simbolizadas en algunos sueños. Una vez más, insisto en la semejanza entre el pensamiento de ambos autores, cuando Ferenczi parece describir la experiencia analítica como la reapertura de la situación originaria, tal como hará Laplanche:

«Si se logra establecer el vínculo entre esa pasividad total y el sentimiento de ser capaz de vivir el trauma hasta el final (es decir, alentar al paciente a repetir y vivir el evento hasta el final, lo que a menudo solo ocurre tras numerosos fracasos y, al principio, de manera solo parcial), entonces puede producirse una nueva especie de resolución del trauma, más ventajosa y hasta más duradera». (Ferenczi, 1992/1934, p. 113).

La escisión narcisista (la autotomía) llevará al sujeto a dividirse en al menos dos partes: una que se defiende racionalmente y «lo sabe todo, pero no siente nada» — muy similar a lo que Winnicott describirá como falso self — y otra parte, sensible, «brutalmente destruida», que no sabe nada y solo se presenta a través de esas vivencias repetidas de dolor y restos de sensaciones desprovistas de sentido (cf. Ferenczi, 1992/1931, p. 77). ¿No sería el caso de pensar en un continuum, es decir, en restos de mensajes más o menos comprometidos con mandatos prohibitivos, por lo tanto, más o menos abiertos a nuevas traducciones?

«Por el contrario, el inconsciente es aquello que escapó a ese dar sentido que designo como traducción. No es del dominio del sentido, sino que está constituido por significantes privados de sus contextos originales, por lo tanto, en gran medida privados de sentido y poco coordinados entre sí.» (Laplanche, 2015/2003, p. 196).

Mantenida la tesis del realismo del inconsciente, también se mantiene la tesis de que provienen del otro adulto de la situación originaria los mensajes cuyos restos no traducidos darán origen a la pulsión sexual de muerte, al objeto-fuente de la pulsión. Nos parece más laplancheano imaginar un continuum de la implantación a la intromisión, no siendo necesaria la hipótesis del inconsciente enclavado o amencial, una tercera tópica, por así decirlo. Una hipótesis más dinámica sería imaginar un campo preconsciente, mantenido por mandatos prohibitivos de traducción, exactamente en el sentido en que el propio Laplanche lo considera:

«Existiría, entonces, no solo en el niño, sino en todo ser humano, una especie de reserva de mensajes no traducidos: algunos prácticamente imposibles de traducir, otros en espera provisional de traducción. Traducción que solo puede ser provocada por una reactivación. El inconsciente llamado enclavado puede, entonces, ser un lugar de estancamiento, pero también un lugar de espera, una especie de «purgatorio» de los mensajes que esperan.» (Laplanche, 2015/2003, p. 199).

¿Qué energía libidinal sostiene ese purgatorio? Aquella proveniente de los mandatos prohibitivos. Es en este sentido que creo que Laplanche llega a decir que «el inconsciente enclavado también puede llamarse subconsciente» (Laplanche, 2015/2003, p. 206). Interpreto este pasaje como señal de una tensión interna en el pensamiento de Laplanche. Después de tanto esfuerzo por defender un inconsciente pulsional, sexual, una alteridad interna, le cuesta aceptar otro inconsciente. Sabemos de las advertencias muy severas del propio Freud acerca de confundir los términos inconsciente y subconsciente. La principal advertencia es justamente recordar que el inconsciente no es otra conciencia, otro yo interno. Es otro sistema, con un régimen de funcionamiento distinto al que rige el yo y la conciencia.

El inconsciente enclavado sirve para recordar que hay restos de mensajes más reacios a la traducción, con defensas específicas contra su simbolización… es decir, un inconsciente aún más alteritario, aún menos «subconciencia», aún menos «sujeto». Cumple la misma función que el Ello tuvo en la obra de Freud: recordar lo «extranjero» que es lo sexual, la otra cosa que es el inconsciente. No es necesario, por lo tanto, una nueva tópica para esta importante advertencia. Aspectos escindidos y no solo reprimidos están presentes en el aparato psíquico. El «enclave» ocurre cuando lo reprimido es suplementado por lo escindido. Además de la represión, está la escisión. Además de los fallos de traducción, hay mandatos prohibitivos de simbolización. Y esto constituye lo más mortífero en el inconsciente. Los objetos-fuente de la pulsión sexual de muerte provienen de estas articulaciones entre lo reprimido y lo escindido. No se trata de otra instancia psíquica, sino de aspectos más desligados y «desligantes» del inconsciente, lo que en Freud tuvo que denominarse Ello.

Consideraciones finales

«Interpréter [avec] Freud» (Laplanche, 1992/1968) es un texto guía para pensar la metodología de investigación psicoanalítica. El psicoanálisis es una ciencia basada en el diálogo crítico permanente y abierto por la comunidad que lo constituye. Una antihermenéutica cuya exigencia fundamental es no dejarse seducir por certezas sintéticas y definitivas. La ciencia psicoanalítica es un péndulo entre (a) el esfuerzo por elaborar hipótesis lo suficientemente consistentes para orientar el funcionamiento clínico y el rigor lógico de la teoría y (b) la apertura crítica constante al enigma, a lo desconocido, que siempre exigirá nuevas traducciones y nuevas teorías. La teoreticogenesis repite la ontogénesis, bromea Laplanche.

Utilizando esta perspectiva crítica y el método presentado por Jean Laplanche, es posible someter su propia obra a su método de desmontaje y análisis. Leer a Laplanche [con] Laplanche: la extraña idea del inconsciente enclavado fue, por lo tanto, analizada a partir de la obra del autor en su totalidad. Al parecer, Laplanche se vio impulsado a responder y dialogar con el excelente libro Le corps, d’abord, de Christophe Dejours (2001). Su texto de 2003, «Tres acepciones de la palabra ‘inconsciente’ en el marco de la teoría de la seducción generalizada», fue la respuesta al libro de Dejours. Tal vez el deseo de acoger la idea del inconsciente amencial, que efectivamente hace aún más continuista la distinción entre la conciencia y el inconsciente, llevó a Laplanche a proponer el inconsciente enclavado. Esto, sin embargo, entra en contradicción con algunos aspectos fundamentales de su obra, como espero haber demostrado a lo largo del texto.

Que el debate sobre estas ideas tan importantes para la clínica continúe, honrando la memoria del Profesor Laplanche, quien siempre sostuvo la universidad como un espacio de crítica y diálogo permanentes.

Notas

*Texto presentado en el I Coloquio Iberoamericano “Jean Laplanche”, el 2 de septiembre de 2024.

Referencias bibliográficas

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Belo Horizonte, setembro de 2024.