«El psicoanálisis […] es un conocimiento que podríamos llamar “herido”, abierto desde un comienzo por el enigma de la experiencia del inconsciente. […] Un racionalismo “herido” sería una fórmula posible para designar la filosofía de Freud, sabiendo que la “herida” misma es un elemento de estimulación»
«Queridos colegas, queridos amigos. Me permito emplear inmediatamente esa palabra –amigos– pues el recibimiento que me han brindado desde los primeros minutos ha sido sumamente cálido y amistoso […] Es mi deseo que estas reuniones sean ámbitos de trabajo y de discusión, donde reine un espíritu de libertad y de crítica».
¿Cómo la experiencia de un psicoanálisis, o de una psicoterapia psicoanalítica, puede llegar a producir cambios psíquicos profundos, más allá de la remisión de los síntomas que motivaron la consulta?
No es casual que la primera alusión que hace Laplanche a la «situación antropológica fundamental» (SAF), sin usar todavía este término, la encontremos en Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, donde presenta por primera vez la teoría de la seducción generalizada.
¿El psicoanálisis y la psicología tienen objetos de estudio distintos, o se interesan por diferentes aspectos del mismo objeto? ¿Tiene sentido diferenciar la realidad psicológica de lo que Freud llamó «realidad psíquica»?
La teoría de la seducción generalizada cuestiona que las diferencias de género se expliquen, en última instancia, por las diferencias biológicas entre los sexos.
En Más allá del principio de placer (1920), Freud plantea su segundo dualismo pulsional -Eros/ pulsión de muerte- e incluye a la pulsión sexual dentro de Eros. Cincuenta años después, en Vida y muerte en psicoanálisis, Laplanche critica esta formulación.