Apres-coup_Nº7_articulo_7
De la disponibilidad a la transferencia. La lección de Hamlet*
Dominique Scarfone
«Aporto una variante a las palabras de Hamlet: «To be in readiness«. La serenidad lo es todo». La frase es de Freud. Aparece en la segunda parte de la fatídica carta del 21 de septiembre de 1897, donde anuncia a Fliess que ya no cree en la teoría de la seducción que había elaborado y defendido enérgicamente en los años anteriores (Freud, 1897a, p. 336). Para él se trata de una pérdida inmensa. Y añade, tal vez irónicamente: «Por supuesto que podría sentirme muy descontento. La esperanza de la fama eterna era tan hermosa como la de una riqueza asegurada…».
Jean Laplanche considera que el abandono de la teoría de la seducción es un verdadero cataclismo; como sabemos, pondrá todo su empeño en volver a colocar, en una forma generalizada, a la teoría de la seducción en el centro gravitacional de la teoría psicoanalítica (Laplanche, 1987). Pero aunque denuncia ese «extravío» de Freud, Laplanche no deja de ser fiel al vienés, un admirador de su perseverancia para seguirle la pista a su objeto (Laplanche, 1993). Y es que Freud sigue siendo Freud: incluso cuando pierde temporalmente el norte, permanece imantado y empujado por su búsqueda incesante de la cosa inconsciente.
En el presente estudio, me propongo trabajar a partir de un aspecto de lo que se podría llamar, según una palabra de moda, la «resiliencia» de Freud al momento del abandono «cataclísmico» de la teoría de la seducción. Para ello, me dejaré guiar por las propias palabras de la carta donde anuncia a Fliess el «gran secreto». Al final de esa carta, después de haber tratado de hablar de otra cosa, Freud vuelve al acontecimiento principal y concluye:
«En este trastrocamiento de todos los valores, solo el psicológico permanece intacto. El sueño está ahí con total certeza y la importancia que atribuyo a mis comienzos en el trabajo metapsicológico no ha hecho más que aumentar. Lástima que no se pueda vivir, por ejemplo, de la interpretación de sueños» (Freud, 1897a, p. 337).
Como sabemos, Freud no solo vivirá de la interpretación de sueños y del método de tratamiento que deriva de ella, sino que también obtendrá la tan deseada fama. Sin embargo, remplazar el «estar listo» de Hamlet por «estar sereno» puede sorprender. Después de todo, Freud acaba de perder de vista las «fuentes del Nilo» que creía haber encontrado con la seducción infantil. Pero al considerar la frase misma, lo que llama mi atención es que en esa hora dramática el pensamiento de Freud se dirige a Hamlet. La tragedia de Hamlet volverá tres semanas después en otra carta importante, donde Freud expone a Fliess su comprensión de la tragedia Edipo Rey de Sófocles preguntándose si no se podría encontrar el mismo argumento en la famosa obra de Shakespeare; paralelo que hará nuevamente y con más detalle en La Interpretación de los sueños (Freud, 1900, pp. 305-307). ¿Qué pensar, entonces, de esta aparición del príncipe de Dinamarca en la «carta del equinoccio», como la llama Jean Laplanche?
Comencemos observando que la frase de Hamlet que Freud cita, distorsionándola, no es una frase cualquiera. En el prefacio añadido veinte años más tarde a su traducción de 1957 de Hamlet y de El Rey Lear, el poeta Yves Bonnefoy solo se detiene, por lo que respecta a Hamlet, en esta única frase del personaje principal: «The readiness is all». En ella ve la clave principal para la interpretación de la obra (Bonnefoy, 1978).
Freud remplaza, entonces, la readiness, cuyo sentido no es tan evidente como parece, por el «estar sereno». En alemán esto se traduce: «Heiter sein ist alles», cuando, según los editores de la correspondencia, la traducción exacta hubiera sido «Bereitschaft ist alles» (o también «Bereit sein ist alles») (Freud, 1897b, p. 285). El adjetivo heiter significa «sereno», «claro» o «despejado». Y su propia serenidad, su mente despejada, parecen sorprender a Freud mismo, quien añade que más bien tendría razones para estar «muy descontento». Esa misma palabra «heiter» ya aparecía en la primera frase de la misma carta: «Ayer por la mañana volví dispuesto, sereno, exhausto…» El insistente heiter, además de reemplazar al Bereitschaft, se separa del fondo dramático. Podría considerarse una formación reactiva. Pero no vamos a entrar en el análisis del hombre Freud. Veremos que la «serenidad», dos veces mencionada, se caracteriza por no estar tan alejada, después de todo, de la readiness de Hamlet, e incluso por destacar un aspecto importante de ella.
II
Readiness tiene más de un sentido: la palabra puede significar tanto el «estar listo», en el sentido de los preparativos, como el «prestarse voluntariamente a… ». Esta ambigüedad se aprovecha en el contexto de la obra. Por un lado, la frase es pronunciada en el momento en que Hamlet se dispone a enfrentarse a Laertes con la espada. Es parte de la respuesta que da el joven príncipe a Horacio cuando éste le sugiere posponer el duelo porque no estaría suficientemente en forma. La readiness parecería significar, entonces, el «estar suficientemente preparado» (ready) para el combate. Pero como se sugiere a continuación, y como Bonnefoy lo destaca, Hamlet piensa en otra cosa. Su readiness se refiere más bien a la aceptación de cualquier posible fatalidad, pues exclama: «¡Incluso la caída de un gorrión obedece a la Providencia!». Así, la readiness no es «estar listo» para el combate, por lo que hubiera podido convenir otro término: el de preparedness (volveremos a esto).
Es sorprendente que, por un lado, en 1957, Bonnefoy traduce «The readiness is all» por «Lo esencial es estar listo», pero, por otro lado, en el prefacio añadido veinte años después, contrasta la readiness de Hamlet con la ripeness del rey Lear en estos términos: «Voy a tratar de entender la «disponibilidad» en Hamlet, la «madurez» en El rey Lear» (Bonnefoy, op. cit., p. 7). El estar listo se convirtió en disponibilidad. Después, a propósito de esa disponibilidad a aceptar la fatalidad, Bonnefoy precisa que Hamlet no acepta la fatalidad de manera «pasiva, desanimada», y añade:
«La readiness que propone no es confiar en la voluntad divina como garante de nuestro esfuerzo y guardiana de nuestra razón; por el contrario, es abandonar lo que el Dios de antaño esperaba de nosotros: el ejercicio audaz y sostenido de nuestro juicio en el mundo que creó, la apreciación del bien y del mal. Reemplaza la reflexión que prevé y organiza – y que puede hacerlo porque conoce los valores – por la acogida de las cosas como vienen, por más desordenadas y contradictorias que sean… » (p. 14).
Se habrá notado que este comentario podría, mutatis mutandis, aplicarse a lo que vive Freud al momento de redactar la carta del 21 de septiembre de 1897, a la que ahora volvemos. Lo que Freud anuncia en esa misiva es que acaba de renunciar no a la teoría de la seducción como tal, sino al papel etiológico de los actos de seducción perversa, que veía como la causa específica de las psiconeurosis. Esa etiología colocaba efectivamente la seducción en términos de la apreciación del bien y del mal; por lo tanto, implicaba tanto un juicio de valor (esos actos son malos, patógenos) como uno de existencia (los actos han ocurrido). Por su parte, la reflexión sobre ellos pretendía «prever y organizar» en función de esos valores, es decir, aportar un conocimiento positivo del devenir psicopatológico y de su tratamiento. Tras el abandono de esa teoría etiológica, justificado con varios argumentos en la carta, Freud opta por lo que «está ahí con total certeza», es decir, la interpretación del sueño, que, como sabemos, al igual que en Hamlet, implica «la acogida de las cosas como vienen, por desordenadas y contradictorias que sean…».
No pretendo en absoluto que, al escribir las líneas citadas, Bonnefoy pensaba en el método freudiano. Sin embargo, me atrevo a poner en paralelo su lectura de Hamlet con el hecho de que Freud, gran admirador de Shakespeare y muy impresionado por esa gran obra, piensa en ella precisamente en ese momento fatídico de su investigación. Freud cita la readiness de Hamlet remplazándola por la «serenidad» justo cuando él también tiene que aceptar una fatalidad, y las observaciones de Bonnefoy aportan una aclaración útil respecto a la «disponibilidad» de Hamlet, pues ella evoca, tal vez inadvertidamente, justamente lo que Freud va a desarrollar en los años siguientes al abandono dramático de sus Neurotica. En efecto, las palabras de Bonnefoy ¿no recuerdan la Regla fundamental que Freud establecería sobre la base del estudio del sueño? Así, Freud tiene razón al consolarse, al final de su carta, señalando que «en ese trastrocamiento de todos los valores solo el psicológico permanece intacto. El sueño está ahí con total certeza… » (Freud, 1897a, p. 337). Por lo tanto, puede decirse que no deforma tanto la famosa frase de Hamlet. La «serenidad» freudiana traduce bien un aspecto de la readiness hamletiana, como aceptación de lo inevitable, pero un inevitable al que Freud, como Hamlet, no se resigna de manera «pasiva, desanimada».
Todavía podríamos parafrasear otra frase de Hamlet a propósito del método que Freud va a desarrollar a continuación y a pesar del «cataclismo», aferrándose a la solidez de sus descubrimientos sobre el sueño; estaríamos tentados a decir «There is method in such… readiness.». Porque el método analítico que surgirá del trabajo sobre el sueño estará hecho de dos aspectos de la readiness: asociación libre por parte del paciente y atención en igual suspenso por parte del analista. En ambos casos se recomienda la suspensión de los juicios de valor y de existencia, así como la acogida de lo que viene «por más desordenado y contradictorio que sea…». El paralelismo se sostiene hasta la conclusión que Bonnefoy propone sobre la disponibilidad: «Entiendo, pues, la readiness que aparece en Hamlet como, simplemente, negativamente, una técnica de supervivencia del alma…» (Bonnefoy, op. cit., p. 16).
III
Como se ve, el tema que me propongo desarrollar me lleva a navegar entre las lenguas, y el trabajo de traducción – el de Bonnefoy en lo que respecta a Hamlet; el de los equipos de Laplanche y de Strachey en lo que respecta a Freud – no solo nos invita a ello, sino que aporta un esclarecimiento esencial.
Si en su carta de 1897 Freud prefiere el estar sereno (heiter) que el estar preparado (bereit), más adelante prestará toda su atención a ese segundo término. La Bereitschaft y cualquier término relacionado, como el sustantivo Bereitung (preparación) o el verbo bereiten (preparar, alistar), adquiere un valor conceptual mayor en Más allá del principio de placer. Ahí Freud (1920 a) explica que un traumatismo supone la efracción de la barrera anti-estímulos y que el espanto que provoca resulta de «la ausencia de preparación por la angustia [Angstbereitschaft], preparación que implica la sobreinvestidura de los sistemas que primero reciben el estímulo» (p. 303).
«Preparación – por – la angustia» es una elección realizada por los traductores franceses de las Obras Completas para verter la palabra compuesta alemana. Esa traducción de Angstbereitschaft no es una simple elección terminológica, sino también una elección teórica; es dar a la angustia un papel decisivo en la prevención del traumatismo, ya que desencadena los preparativos con miras al futuro impacto. En cuanto a James Strachey, traductor de la Standard Edition, elige el término: «preparedness for anxiety – preparación para la angustia» (Freud, 1920b, pp. 30 y 33). En términos puramente lingüísticos, las dos opciones son válidas (Bourguignon et al. 1989, p. 81). Pero en el contexto de Más allá del principio de placer, la elección del británico es sorprendente porque, como lo confirma una nota de su propia mano, Strachey sabe bien que, unas páginas antes, Freud escribe:
«No creo que la angustia pueda generar una neurosis traumática; la angustia comporta algo que protege contra el espanto y, por lo tanto, también contra la neurosis de espanto» (Freud, 1920a, pp. 282-283; Freud, 1920b, p. 13, n. 1).
Se entiende que la angustia (Angst) no solo se distingue del espanto (Schreck), sino que sirve para evitarlo al desencadenar una sobreinvestidura de los sistemas receptores, lo que previene la efracción de la barrera anti-estímulos.
La elección entre «para la angustia» y «por la angustia» es ciertamente significativa, pero no es lo que más nos retendrá aquí. Más importante para mi propósito es el hecho de que Strachey traduce Bereitschaft por preparedness y no por readiness. Elección esta vez rigurosa, ya que, como hemos visto, readiness podría significar la aceptación de lo inevitable, mientras que en Más allá del principio de placer no se trata en absoluto de aceptación, sino de preparación para contrarrestar la efracción traumática. Sea como preparación para la angustia (Strachey) o como preparación por la angustia (Laplanche), el término de preparedness nos importa porque señala que aquí la Bereitschaft no implica ninguna resignación.
Así, en este ir y venir entre las lenguas, constatamos que la Bereitschaft alemana bien puede traducirse por la readiness de Hamlet – su disponibilidad (Bonnefoy) -, como por la prepa-redness de Freud/Strachey o el apprêtement de Freud/Laplanche. No perdamos de vista esta polaridad readiness/preparedness en el seno de la Bereitschaft, ya que nos servirá para avanzar hacia la cuestión de la transferencia.
IV
Citemos nuevamente a Bonnefoy: «La readiness que [Hamlet] propone, […] es dejar […] el atrevido y sostenido ejercicio de nuestro juicio en el mundo […], la apreciación del bien y del mal. [Hamlet] remplaza la reflexión que prevé y organiza, y que puede hacerlo porque conoce los valores, por la acogida de las cosas como vienen, por más desordenadas y contradictorias que sean… » (op. cit., p. 14, passim).
Como dije más arriba, esto no deja de evocar el método freudiano y la regla fundamental. Ahora bien, es interesante observar que en las páginas donde Freud describe y justifica esta regla, la Bereitschaft (aquí con el término equivalente Vorbereitung) está muy presente; en efecto, sobre el método analítico, escribe:
«Para ello se necesita cierta preparación psíquica (psychischen Vorbereitung) del enfermo. Nos esforzamos para que logre dos cosas: una mayor atención a sus percepciones psíquicas y un abandono de la crítica con que, por otro lado, suele examinar los pensamientos que le surgen» (Freud, 1900, p. 136).
En este doble requerimiento, por una parte, el aumento de la atención se ubica del lado de la preparedness: el analizando debe tratar de examinar más cuidadosamente su paisaje psíquico; por otra parte, la exclusión de la crítica se acerca más bien a la readiness, entendida en el sentido de la disponibilidad a aceptar todo lo que se presenta en el campo de su atención aumentada. Proceso dual que parece buscar que la mente del analizando se pliegue en un sentido (estar más atento) y luego en el otro (no criticar lo que surge). Freud desarrollará más a fondo la descripción de este método distinguiendo entre atención reflexiva y atención de auto-observación:
«En los dos casos hay necesariamente concentración de la atención, pero el que reflexiona ejerce además una crítica, por lo que rechaza, después de haberlas percibido, una parte de las ideas incidentales que surgen en él e interrumpe otras, de modo que no sigue las vías de pensamiento que ellas abrirían; y respecto a otros pensamientos, sabe cómo evitar que se vuelvan conscientes, es decir, son suprimidos antes de ser percibidos. El auto-observador, en cambio, solo se esfuerza en suprimir la crítica; si lo logra, le vienen a la consciencia un montón de ideas incidentales que de otro modo seguirían siendo inaccesibles » (op. cit., pp. 136-137)
V
Vemos que la atención es un elemento central del método a condición de distinguir bien las dos formas. En otro lugar (Scarfone, 2018, en imprenta) me referí al legado que se perfila en la importancia que Freud siempre concedió a la atención. El neurocientífico británico Karl Friston (2010) destacó la contribución fundamental de Hermann von Helmholtz, líder de la escuela fisicalista a la que pertenecía también Brücke, supervisor de Freud en su época de investigación en el laboratorio. Lo que se puede llamar el «principio de Helmholtz» establece que la función esencial del sistema nervioso central es mantener en el nivel más bajo posible la energía libre, energía que de encontrarse en un nivel demasiado alto perturbaría las funciones cerebrales. Así, la relación con el mundo exterior debe acompañarse de una ligazón de esa energía. Y si uno pregunta cómo se traduce esto en términos psicológicos, Friston precisa que finalmente se trata de evitar la sorpresa. Se trata de realizar, diríamos, una especie de organización del mundo que aporte al sujeto una capacidad de previsión o predicción, preparándolo para cualquier eventualidad: una preparedness, entonces, que permite evitar sorpresas demasiado grandes.
Ahí reconocemos fácilmente lo que decía Freud, en Más allá del principio de placer, sobre la evitación del traumatismo gracias a una preparación por la angustia. Por lo demás, en ese mismo texto, Freud llegará a plantear, en términos muy cercanos a los de Helmholtz, que la ligazón de la energía (cantidades de excitación) es una tarea fundamental del aparato psíquico (Freud, 1920, págs. 301, 306, 336). Así, toda la lógica de la teoría del trauma y su posible evitación se basa en esa función básica, en ese principio de ligazón. Sin embargo, si ahora confrontamos ese principio con lo que vimos antes sobre la preparación psíquica del paciente en análisis, notaremos que el método pretende desviar de algún modo al aparato psíquico de su tendencia a la preparedness. Recordemos que la mayor atención a las percepciones internas, acompañada de una exclusión de la crítica, debe favorecer la aparición de ideas incidentales, es decir, inesperadas, que literalmente irrumpen en nuestra mente. Con el método freudiano de análisis trabajamos, entonces, en contra del principio fundamental de ligazón ¡y más bien buscamos favorecer una cierta sorpresa!
Pero, pensándolo bien, ¿qué más podía esperarse de un método llamado psicoanálisis? ¿La «lisis» no significa precisamente «desligazón», descomposición? Durante toda su vida el analizando ha intentado ligar como mejor ha podido las «energías libres» que lo atacan, buscando controlar las consecuencias de situaciones y eventos para los que su psique no estaba preparada. La más originaria de esas situaciones es la que Laplanche llama «situación antropológica fundamental», caracterizada por la asimetría, en el plano sexual, entre el infans y el adulto que lo cuida. Así, la energía libre de la que habla Helmholtz correspondería a la parte de excitación no metabolizable causada por el enigma de lo sexual que se encuentra en el centro de la relación de apego entre el infans y el adulto. Sobre esta base, según este prototipo, un sujeto puede estar expuesto a peripecias más o menos perturbadoras, que conducen a impases en la simbolización. Un día nos hará saber, de alguna manera, de sus esfuerzos infructuosos en su búsqueda de ligazones más exitosas. Pero esas nuevas ligazones no pueden obtenerse sin antes desligar, deshacer las ligazones preexistentes. Recordemos que el análisis procede per via di levare. El analisando preferiría no tener que pasar por ello, pero, al estar destinado ante todo a descomponer, el trabajo de análisis no puede más que elevar temporalmente los niveles de energía libre, lo que no deja de causar momentos de angustia y turbación ( que el analisando naturalmente intentará prevenir ).
Evidentemente, la afinidad del método analítico con el modelo de la irrupción traumática ¡no significa que lo hagamos deliberadamente para retraumatizar a nuestros pacientes! Pero me parece claro que, bien entendido, el método freudiano de análisis contrasta con una cierta predilección contemporánea por técnicas que parecen buscar ante todo una comunicación empática [1] entre paciente y analista. Todo sucede como si se quisiera evitar a toda costa elevar el nivel de energía libre que, sin embargo, es lo único que puede llevar a la desligazón necesaria para cualquier nueva re combinación en el après-coup del trabajo de análisis. En efecto, ¿cómo podría funcionar la temporalidad en el après-coup si la sesión no ofreciera la oportunidad de nuevos après-coup, lo cual no es posible sin nuevos «coups» [nuevos «golpes»] (André, 2010)?
VI
Como contrapartida a las desligazones que puede causar el método, el encuadre analítico y su contención garantizan que el aumento del nivel de energía libre no supere un determinado umbral. Pero en el corazón mismo de ese encuadre surge otro fenómeno, diseñado para asegurar que la «sorpresa» que vendrá ya esté amortiguada por un nuevo tipo de ligazón. Ese fenómeno es evidentemente la transferencia. Como vimos, el método que invita a la desligazón requiere de una disponibilidad (readiness) del analisando a dejarse sorprender por ideas incidentales, por lo tanto, a dejar que aumente la energía libre. Pero ello nunca ocurre sin un movimiento que va en la dirección opuesta, como si algo ya estuviera establecido para absorber parte de la energía liberada por el método. Freud (1912) habla de «clichés» (Klischee), algo así como placas de impresión aptas para producir nuevas ediciones de antiguas configuraciones relacionales y afectivas. Laplanche llama «transferencia en pleno» a este tipo de transferencia; es la respuesta en el límite prácticamente previsible – a partir de lo que se sabe de la historia del paciente – que da la psique a la provocación desligadora del analista (Laplanche, 1991). Desde esta perspectiva, el trabajo de ligazón de la transferencia actúa contra la disponibilidad a dejar que surja la idea incidental, protegiendo de eventuales sorpresas mediante la reproducción de situaciones ya vividas.
Así, pues, si los «golpes» ocasionados por el método son como tantos microtraumatismos, la aparición de la transferencia es del orden de la repetición. El paralelismo entre la desligazón analítica y la desligazón traumática se mantiene incluso en el desencadenamiento de esa forma de la compulsión a repetir que es la transferencia. Sin embargo, la estructura de contención que ofrece el analista, guardián del encuadre y del método, crea una situación muy diferente de aquella en la que pudieron producirse los traumatismos propiamente dichos. La readiness del paciente a dejar que se produzca una cierta desligazón no solo va unida a la contención y la fiabilidad del encuadre, sino también a otra readiness: la del analista, no solo su disponibilidad a escuchar, sino también a dejarse atrapar en las redes de la transferencia (Gantheret, 1998).
El analista, que provoca la transferencia al instaurar la situación analítica, inevitablemente seductora, debe mostrar, entonces, una doble disposición: por un lado, una preparedness en la implementación del encuadre, con los rehusamientos que impone y, por otro lado, una readiness a acoger la transferencia en su actualidad, es decir, no sólo como repetición de una cosa del pasado, sino como un hecho nuevo, en el presente (Freud, 1914), y que, añadiremos, concierne realmente al analista. La disponibilidad o, según el término que tomo de Lyotard (1988), la pasibilidad del analista se afirma entonces de manera más radical (Scarfone, 2014). Se trata de dejarse afectar, pero sin complacerse con la transferencia positiva ni ejercer represalias frente a la transferencia negativa, lo que no ocurre sin ciertas fallas del analista, las «failures» que Winnicott consideraba inevitables y hasta necesarias (1963, p. 91).
VII
La combinación de preparedness y readiness, tanto en el analisando como en el analista, hace de la transferencia un sistema que podríamos calificar como metaestable, en el sentido que da a este término el filósofo Gilbert Simondon (1958). Se dice que un sistema o un organismo es metaestable si posee la capacidad de seguir evolucionando por no haber agotado sus potencialidades, por no haber alcanzado el nivel cero de energía disponible. Contrariamente a lo que puede buscarse fuera del análisis, el vínculo transferencial no está llamado a estabilizarse, pues su metaestabilidad es lo que permite la búsqueda de elaboración psíquica. Así, el establecimiento y mantenimiento del encuadre, por un lado, y la provocación de la transferencia unida a la disponibilidad o pasibilidad del analista, por otro, conducen a un movimiento relativamente controlado de desligazón y religazón, el mismo que, sin embargo, está abierto a la sorpresa.
Con el término de «quimera psicológica», Michel de M’Uzan propone una poderosa metáfora para describir esa situación evolutiva que yo califico de metaestable. La quimera es ese «niño fabuloso» que resulta del encuentro entre el inconsciente del paciente y el inconsciente del analista (de M’Uzan, 1994). La vida de este ser híbrido sigue un curso original, propio de cada caso particular. En este sentido, la disponibilidad del analista debe llegar, según M’Uzan, hasta el punto de permitirle tolerar un cierto grado de despersonalización. En efecto, la quimera se manifiesta como un «sistema paradójico» (de M’Uzan, 1976) donde no es fácil determinar a quién pertenecen los pensamientos o ideas incidentales sobre las que se sostiene el método analítico. Es una descripción ciertamente radical, pero muy consecuente con lo que entendemos por pasibilidad; es el ofrecimiento de la mayor readiness posible junto con, pero al contrario de, cualquier preparedness. La quimera es un ser compuesto y, desde esa perspectiva, estabiliza el proceso transferencial; pero, teniendo vida propia, no está enteramente sometida a una voluntad que le sería externa. Los dos protagonistas inmersos en la situación analítica son al mismo tiempo espectadores de su curso autónomo. Así, la quimera supone una disponibilidad a las sorpresas que puede provocar su evolución; sorpresas moderadas y, por lo tanto, menos susceptibles de provocar una parálisis psíquica, pero sorpresas que prueban la vitalidad del proceso.
Si se examina más de cerca, esto significa que el analista que acoge la transferencia debe prestarse a una especie de disociación controlada. Una disociación entre, por un lado, su papel de contención y de guardián del encuadre, y por otro, su disposición a los pensamientos paradójicos, a cierto grado de despersonalización. Por lo tanto, aceptar una cierta «locura» en la medida en que está unida a un método. Parafraseando una vez más la frase de Hamlet: «There is method in such madness», invirtiéndola para decir que nuestro método no está exento de cierta locura.
VIII
¿En qué puede apoyarse el analista, al estar así disponible, para no derrapar de manera descontrolada? Propongo que esa base sólida sigue siendo la cosa «cierta» que consuela a Freud en el otoño de 1897, cuando pierde de vista «las fuentes del Nilo», es decir, el modelo del sueño y la metapsicología que se desprende de él. Pero hoy, aquí reina el malentendido. Generalmente estamos de acuerdo en que La interpretación de los sueños es la obra fundamental de Freud, pero no es evidente que siempre se tenga en cuenta su posición central. Muchas publicaciones contemporáneas dejan la impresión de que el sueño ya no es objeto de análisis, de que consideramos tan solo al contenido manifiesto. Con frecuencia se invoca la «ensoñación» [rêverie] del analista, pero parece que nos servimos de ella como proveedora directa de contenidos más que como disposición a escuchar mejor. Tal vez vale la pena recordar que, en toda lógica freudiana, la vía regia al conocimiento del inconsciente es el análisis del sueño, no el sueño mismo ni, por consiguiente, la ensoñación. Desde el momento en que la ensoñación – ya sea la del paciente o la del analista – se toma como una entrada de lleno en el inconsciente – y no como material a analizar – el método freudiano se ve seriamente deformado. Con esto no se trata de lamentar una desviación respecto a Freud; no es una cuestión de ortodoxia, sino un problema eminentemente práctico. El problema es que la celebración de la ensoñación por sí misma, sin la contraparte de la bruja metapsicología, tiene como consecuencia paradójica dar a las asociaciones del analista un peso preponderante y, más aún, libre de la sospecha metodológica requerida por cualquier analista.
Aunque durante nuestra escucha es indispensable sumergirnos en la transferencia y entregarnos a un «pensamiento soñador» (Pontalis), ello no nos exime de mantener una atención en igual suspenso, como contrapunto de las asociaciones del paciente. En igual suspenso no significa que todo vale; significa sobre todo un trabajo constante de reequilibrio, oponiendo un sano escepticismo a lo que se presenta como evidente prima facie, desconfiando especialmente del posible «extravío por el afecto» (Kahn, 2012, pp. 84 y siguientes). La ensoñación que se produce en la sesión no es un punto de llegada; es siempre solo un aspecto de la readiness, de la disponibilidad a escuchar mejor. El analista aún debe poder identificar su «elección» de ensueños y analizarlos para orientarse en ellos. Nada impide que la formulación de la interpretación también tome un giro poético, de ensoñación, sugestivo de algo aparentemente loco. Pero tolerar la «locura» de la transferencia y la contra-transferencia no nos exime de tener que mantener en su interior, simultáneamente, al método.
El método que recordamos en esas circunstancias no deja de basarse en la disponibilidad. Pero aquí tenemos que avanzar con precaución. Si el analista debe prestarse a su propia ensoñación, también debe cuidarse de no llenar los caminos del pensamiento que se abren durante la sesión. Más bien debe trabajar para ofrecer constantemente un «hueco» a la transferencia del analisando, un hueco susceptible de acoger otro «hueco» (Laplanche, 1991). En efecto, otra sorpresa de la situación analítica es que la transferencia no siempre supone un contenido identificable; no siempre es una transferencia en pleno. La transferencia puede, por el contrario, presentarse como vacía de representaciones, como repetición de la confrontación primordial con lo enigmático, como experiencia actual del fracaso de traducción; fracaso con el que Freud describe la represión en su otra famosa carta, la de diciembre de 1896 (Freud, 1896). La actualización de la situación primordial como transferencia en hueco exige que el analista ofrezca, por decirlo así, una matriz dentro de la cual puedan elaborarse pacientemente esbozos, y después procesos, de representación y fantasmatización (Scarfone, 2016).
Es evidente que, en la práctica, no siempre se puede distinguir claramente entre las ocurrencias «en pleno» y «en hueco» de la transferencia. La clínica de la transferencia se basa en fenómenos estructurados a la manera del sueño o del síntoma, pero en los que podemos detectar un patrón recurrente constituido por un núcleo «actual» (entendamos aquí, un hueco) envuelto por una capa propiamente psíquica, representacional. En contrapartida, lo que el analista ofrece como hueco matriz consiste, para Laplanche, esencialmente de rehusamientos y, ante todo, lo que éste se rehusa a sí mismo, especialmente el rehusamiento de saber. En una óptica comparable, de M’Uzan (1994) habla, por su parte, del necesario «silencio fundamental» del analista, silencio atemporal que es la boca del inconsciente (p. 42). Por «silencio fundamental», de M’Uzan no entiende el hecho de que el analista se calle, sino más bien su ofrecimiento de una escucha que no se parece a ninguna otra: «Y este silencio fundamental, donde el analista recoge y retiene todos los mensajes que provienen de su propio Inconsciente y sobre todo del de su paciente, sería el agente activo de la curación» (p. 43).
Los rehusamientos y el silencio fundamental del analista muestran que el método analítico es una mezcla de método y de disponibilidad, de contención y de apertura a lo que venga. Esta disponibilidad o pasibilidad nada pasiva del analista constituye, como decía Bonnefoy sobre la readiness de Hamlet, una «técnica de supervivencia del alma».
Notas
[1✴︎] «De la disponibilité au transfert. La leçon d’Hamlet», en Rev. franç. Psychosom., 53/2018. Traducción: Deborah Golergant
[2] Sobre este tema, véase la crítica decisiva formulada por Laurence Kahn (2014).
Bibliografía
André J. (2010), Les Désordres du temps, Paris, Puf, coll. « Petite bibliothèque de psychanalyse ».
Bonnefoy Y. (1978), Préface in Shakespeare, Hamlet – Le Roi Lear, Paris, Gallimard, coll. « Folio », 1957-1978.
Bourguignon A. et coll. (1989), Traduire Freud, Paris, Puf.
Freud S. (1896a), Lettre du 6 décembre 1896, in Lettres à Wilhelm Fliess, tr. fr. Françoise Kahn et François Robert, Paris, Puf, 2006, pp. 263-273.
Freud S. (1897a), Lettre du 21 septembre 1897, in Lettres à Wilhelm Fliess, tr. fr.Françoise Kahn et François Robert, Paris, Puf, 2006, pp. 334-337.
Freud S. (1897b), Brief 139, in Briefe an Wilhelm Fließ, Frankfurt am Main. Fischer Verlag, 1986, pp. 283-286.
Freud S. (1900), « L’Interprétation du rêve », in Œuvres Complètes de Freud, vol. IV, Paris, Puf.
Freud S. (1912), « Sur la dynamique du transfert », in Œuvres Complètes de Freud, vol. XI, Paris, Puf, pp. 105-116.
Freud S. (1914), « Remémoration, répétition, perlaboration », in Œuvres Complètes de Freud, vol. XII, Paris, Puf.
Freud S. (1920a), « Au-delà du principe de plaisir », in Œuvres Complètes de Freud, vol. XV, Paris, Puf, pp. 273-338.
Freud S. (1920b), « Beyond the pleasure principle », in The Standard Edition, vol. XVIII, pp. 1-64.
Friston K. (2010), « The Free-Energy Principle : A Unified Brain Theory ? », Nature Reviews Neuroscience, 11 février 2010, pp. 127-138.
Gantheret F. (1998), « Traces et chair », in Moi, monde, mots, Paris, Gallimard, coll. « Tracés ».
Kahn L. (2012), L’Écoute de l’analyste. De l’acte à la forme, Paris, Puf, coll. « Le fil rouge ».
Kahn L. (2014), L’Analyste apathique et le patient postmoderne, Paris, éditions de l’Oli- vier, coll. « penser/rêver ».
Laplanche J. (1987), Nouveaux fondements pour la psychanalyse, Paris, Puf, coll. « Quadrige ».
Laplanche J. (1991), « Le transfert : sa provocation par l’analyste », in Le Primat de l’autre en psychanalyse, Paris, Flammarion, 1997.
Laplanche J. (1993), Le Fourvoiement biologisant de la sexualité chez Freud, éditions Synthélabo, coll. « Les empêcheurs de penser en rond ».
Lyotard J.-F. (1988), L’Inhumain. Causeries sur le temps, Paris, Galilée.
M’Uzan M. de (1976), « Contre-transfert et système paradoxal », in De l’art à la mort, Paris, Gallimard, coll. « Tel », 1978.
M’Uzan M. de (1994), La Bouche de l’inconscient, Paris, Gallimard, coll. « Connaissance de l’inconscient ».
Scarfone D. (2014), « L’impassé, actualité de l’inconscient. », Revue française de psychanalyse, vol. LXXVIII, n° 5, pp. 1357-1428.
Scarfone D. (2016), « Fantasme et processus de fantasmatisation », Revue française de psychosomatique, vol. 50, pp. 47-68.
Scarfone D. (2018), « Free-association, surprise, trauma and transference »,Psychoanalytic Inquiry, sous presse.
Simondon G. (1958), L’Individuation psychique et collective, Paris, Aubier, 1989 et 2007.
Winnicott D.W. (1963), « Fear of Break-Down », in Psychoanalytic Explorations, Cambridge (MA) : Harvard University Press, 1989 (V. fr. « La crainte de l’effondrement », in La Crainte de l’effondrement et autres situations cliniques, Paris, Gallimard, coll. « Connaissance de l’inconscient, 2000).
Deborah Golergant
Jacques André
«Les sublimations, finalités sans fin», en Revue française de psychanalyse, 2005/5 Vol. 69. PUF, 2005.
Kenia Ballvé Behr
«Da sublimação à inspiração. Uma abertura a o enigma e à alteridade». Texto presentado en el II Coloquio Jean Laplanche Brasil, São Paulo, Octubre de 2021. Publicado en Luiz Carlos Tarelho (org.) Entre sedução e inspiração: como situar o eu na obra de Jean Laplanche? Zagodoni Editora, 2022.
Luiz Carlos Tarelho
«A atividade tradutiva e a inspiração como bases do eixo ético-existencial do narcisismo e do Eu». Texto presentado en el II Coloquio Jean Laplanche Brasil, São Paulo, Octubre de 2021. Publicado en Luiz Carlos Tarelho (org.) Entre sedução e inspiração: como situar o eu na obra de Jean Laplanche? Zagodoni Editora, 2022.
Pedro Cattapan
«Sobre a inspiração artística». En Da Violência Pulsional Ao Ato de Criação Artística. Cap. III (1). Disertación presentada en el Programa de Posgrado en Teoría Psicoanalítica del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, 2009.
Fábio Belo
«Estética da existência tradutiva: o Eu como tradutor de si e do outro». Texto presentado en el II Coloquio Jean Laplanche Brasil, São Paulo, Octubre de 2021. Publicado en Luiz Carlos Tarelho (org.) Entre sedução e inspiração: como situar o eu na obra de Jean Laplanche? Zagodoni Editora, 2022.
Pedro Cattapan
«La fascinación». En Da Violência Pulsional Ao Ato de Criação Artística. Cap. III (3). Disertación presentada en el Programa de Posgrado en Teoría Psicoanalítica del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, 2009.
Dominique Scarfone
«De la disponibilité au transfert. La leçon d’Hamlet». En Rev. franç. Psychosom., 53 / 2018.